El inicio en la ruta del arte
Soy un poco extraño, trato de buscar respuestas donde no hay. Soy curioso y sensible. Hay cosas que me trastocan; ciertos elementos, ciertas circunstancias como la injusticia social me llenan de rabia y, por eso, exploto de forma agresiva con mi trabajo. Mis amigos dirían que soy un gran echador de broma, pero cuando se trata de trabajo tengo mucha disciplina.
Comencé a sentir atracción por el mundo del arte porque la mayoría de mi familia paterna se dedicó a la música de orquesta con formación académica. Mi padre era ebanista y eso me llevó a acercarme al mundo de la ebanistería, sobre todo al tema de la talla de las gubias y del dibujo sobre la madera. Él fue el primero que me enseñó ciertas técnicas y compartió conmigo sus conocimientos de dibujo y de pintura. Al principio fue una especie de divertimento, un escape para estar tranquilo y en paz. Luego incursioné en el género del bodegón, pero no decidí dedicarme a esto hasta que por una circunstancia emocional lo asumí con más responsabilidad y como una condición de vida.
Creo que no debemos ser pasivos ni complacientes con las cosas
Estando en Maturín decidí entrar al pedagógico con varios amigos como Starsky Brines o Paul Parrella y ahí hubo un punto de ruptura. Pensaba que no podía venir a Caracas hasta que tomamos la iniciativa de ingresar al Iuesapar, y nos convertimos en una especie de gitanos en busca de algo. Cuando empezamos a encontrarnos con más sinceridad, tomamos la iniciativa de buscar nuevas metas para seguir experimentando y enriqueciendo nuestras obsesiones.
Durante mi etapa en el Iuesapar, hubo una parte de mí que tenía la sensación de que no tenía sentido lo que estaba haciendo. Quizás era más por falta de disciplina que otra cosa, pero pensaba que mi proceso estaba estancado y tenía un déficit de creatividad por otras circunstancias. Yo vengo de una ciudad totalmente pasiva y llegué a Caracas, donde cualquiera puede perderse con la vida nocturna, las salidas, las fiestas, las exposiciones de arte y muchos otros eventos. Hasta que tomé la iniciativa y dije: ya estoy aquí y tengo que asumir los retos, no puedo ver para atrás ni ser un derrotado. Al final asumí con más responsabilidad todo lo que hacía y me enfoqué más en el arte y en la pintura.
Las primeras exposiciones de arte
Estando en Maturín participé en varios salones regionales. También lo hice en otros lugares como Barcelona, en Sucre y Nueva Esparta. Fue ya en el 2004 cuando empecé a incursionar con otras herramientas, a experimentar mucho más con la pintura y a salir de mi zona de confort. La comodidad es muy grata para ningún proceso de investigación; por eso fue un punto de quiebre.
En el 2006 realicé mi primera exposición de arte individual en la galería Espacio 0. Desde ese momento empecé a experimentar más con los materiales, a jugar con el objeto y con la descontextualización, porque siempre me ha interesado el tema de lo precario dentro de los contextos sociales siempre. En mis procesos de investigación me interesa generar más preguntas que respuestas, porque si genero muchas respuestas creo que el proceso tendría que cambiar.
Los procesos de investigación en el proyecto de arte
Nos hemos llenado de muchas terminologías y mucho sentido de investigación de parte de otros y no por parte del artista. Entonces al principio me costó, ahora ya lo digiero mejor y ahora trato de entender que tengo que vivir con eso y tengo que buscar dentro de esas herramientas posibilidades que fortalezcan mi investigación. Y no niego. Lo que trato es de vivir con ellos y fortalecerme. Esa ha sido una de las tantas trabas, porque en un principio no sentía comprensión ahora comprendo ciertas terminologías.
El obstáculo más grande ha sido comprender todo lo que es el arte hoy en Venezuela
Cuando llegué a Caracas en 1998, todo el mundo hablaba de la postmodernidad y eso no lo llegué a entender hasta no hace mucho, que comprendí que en dos o tres palabras es simplemente el sentido de hacer un show para poder comprender que el arte está simplemente paralelo a unas circunstancias. Ahora todo el mundo habla de un retorno a la contemporaneidad, pero yo creo que la terminología es más que nada un juego de palabras, pero tengo que vivir con eso y asumirlo con más responsabilidad para empezar a comprenderlo. No es comprenderlo para complacer a nadie, sino porque está cercano a mí y es lo que puede definir al arte en Venezuela: ese sentido de seguir revisándola y buscando dónde fortalecerla.
La mayor satisfacción de mi carrera llega cuando tengo un punto de quiebre dentro de mi proceso. Por ejemplo, cuando empecé a trabajar con la escala de grises sentí una gran satisfacción porque al principio me costaba. Antes yo defendía la pintura que asumía el color como espacio de comunicación, pero cuando entré a la escala de grises fue un reto para mí y ese reto me ha llevado a otros resultados.
Aprender de los diversos colectivos de arte
Siempre me ha interesado la universalidad de la imagen y la mirada del otro. Cuando se habla de Luis Brito, pienso que él fue un punto de inflexión importante en mi proceso. Con Nelson Garrido, investigo una mirada más frontal. Hay gente que dice que la feminidad se desgasta en algún momento, pero tú ves a Gala Garrido y ves una fotografía con ciertas lecturas. Me interesan esas lecturas, que sean intrínsecas dentro del proceso y no discursivas. Estos artistas me han dado muchas herramientas. También pintores como Caraballo, Velásquez o Michelena, artistas cuya imagen contiene la discursividad y no lo que está fuera de ello.
De Maturín me ha llamado la atención que la provincia vive mucho del mito del cuento, la leyenda. Hay algo que me interesa de eso. Pienso en cómo recuperar esas tradiciones. También me interesa el tema del salvaje, un salvaje contemporáneo cuyas circunstancias nos llevan al extremo. He buscado esos espacios a partir de la imagen, de la pintura, de las inquietudes y es allí donde hago revisión con mi trabajo.
Los aprendizajes de hacer arte en la ciudad
Llegué a Catia La Mar porque estaba en busca de residencia. Para ese momento estaba leyendo un libro de Víctor Guédez que se llama Vanguardias, transvanguardia y metavanguardia. De ahí me quedó una frase que dice: “El artista se enriquece de los recursos que le proporciona la sociedad”. Entonces, me empecé a preguntar por los recursos que me proporcionaba mi espacio. Estaba en esa búsqueda cuando me acerqué al trabajo de Reverón. Cuando veo su trabajo gestual, sin restarle mérito al pictórico, pienso que aquí hay un gran asidero de preguntas para mi proceso. Cuando regresé a Caracas, cambió el sentido del espacio urbano natural. Aunque todavía en Caracas vivimos un espacio natural, pero en un sentido distinto que nos puede proporcionar una sociedad convulsionada como la nuestra.
La gente tiene que creer mucho en lo que hace y asumirlo con responsabilidad y honestidad
Para trascender debemos seguir trabajando y creer en lo que hacemos. En reiteradas ocasiones digo que uno como artista busca que lo legitimen, pero creo que la legitimación no la da una persona ni un discurso, la da el tiempo. Trabajo en función de lo que me interesa, no en función de otras personas. El encargado de hacer que eso sea permanente es el tiempo.
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Por: Santiago Zapata | Tw: @SantiagoZapataS Fotos: Federico Parra | IG: federicoparra