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Pancho Montañez

La música desde la batería

Tras un largo camino entre colinas y montañas, logramos llegar a una pequeña casa de amplios jardines. Allí nos esperaba Pancho. Con mirada atenta y gesto divertido, nos invitó a entrar a su recinto con la amabilidad de quien disfruta de las nuevas amistades. La conversación estuvo acompañada por un café endulzado con papelón, mientras la tarde fresca iba cayendo a lo largo de una vista azulada, típica del paisaje sanantoñero.

 

Primeros compases en la música

Cuando estaba chamo siempre tuve la inquietud de tocar algún instrumento, en mi casa había una guitarra y un cuatro, y en reuniones familiares solía tocarlos. Mis padres me inscribieron en clases de guitarras, allí duré muy poco porque me di cuenta que la guitarra no era mi instrumento. En una oportunidad, de vacaciones en Barquisimeto en casa de uno de mis abuelos, tomé clases con un profesor llamado Carlos Franco, excelente percusionista y baterista, quien vive ahora en España.

Posteriormente, cuando estaba más grande, conocí a quien fue su profesor de batería, Andrés Briceño. Entonces, durante esas vacaciones tuve, digamos, unas tres semanas de clases. Fueron mis primeras clases de percusión. Cuando regresé a Caracas comencé estudios en una escuela de música, una tienda musical que quedaba en Sabana Grande. Allí mi profesor fue José Mato quien, además tenía un salón particular en La Candelaria en el que también tomé lecciones. Permanecí estudiando con él un largo tiempo.

“Con la batería he tenido una relación como de toda la vida”

A partir de ahí fui experimentando las distintas etapas de la adolescencia con la música; incluso solía reunirme con algunos amigos para tocar. Luego empecé trabajar en un estudio musical llamado Estudios La Montaña. Ellos tenían una suerte de trabajo de producción en alianza con un programa de Televen durante el año 1999 y 2000. Para ese entonces tenía 20 años y vivía solo con mi novia, por lo que necesitaba ganar algo de dinero para mantenerme. Entonces decidí audicionar para un programa en la misma televisora (Televen). Ellos necesitaban una banda en vivo para un programa infantil. Tras la audición quedé seleccionado como baterista de la banda. En ese mismo estudio (La Montaña) logré hacer amistad con muchas personas, entre ellos mis compañeros de Hora Cero, unas de las primeras agrupaciones a las que pertenecí. Luego de que su baterista dejará la agrupación, ellos decidieron llamarme.
 

Entre el estudio de grabación y la academia de música

Luego de tener varias producciones con Hora Cero, tuve otras experiencias en colaboraciones con otras agrupaciones. Toqué en una banda llamada Jungla Boulevard, que estaba liderada por el saxofonista de Desorden Público y en otra llamada El Arca, donde participaba el trompetista de Desorden Público. Por ahí empecé a tener trabajos distintos en diferentes áreas. En paralelo también llevaba mi proyecto personal, la percusión académica. En vista de que era inminente que iba a ser músico de profesión, mi mamá solía decirme “estudia en la universidad, gradúate”. Yo había comenzado a estudiar en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, pero allí sólo cursé tres semestres de la carrera. Me di cuenta que no era a lo que me quería dedicar; iba a las clases pero no me entusiasmaba lo suficiente como para permanecer allí. También estudié Diseño Gráfico en el Monseñor de Talavera, y fue la misma historia.

Por supuesto, mi mamá siguió insistiendo en que era necesario que estudiara y me graduara en una universidad. Comencé en el IUDEM, Instituto Universitario de Estudios Musicales, y al mismo tiempo en la Escuela de Música José Ángel Lamas. Era una época en la que realmente estaba atendiendo y haciendo muchas cosas a las vez. Por supuesto, al poco tiempo llegó el momento de centrarme. Me enfoqué en mis estudios en el IUDEM (que actualmente forma parte de UNEARTE). Allí estudié percusión académica con el profesor Edgar Saume, que es un extraordinario maestro de percusión. Él fue baterista de Gerry Weil cuanto éste tenía la Banda Municipal en los sesentas. El profesor Saume fue fundador de lo que ahora es el Sistema de Orquestas, por lo que es una súper referencia en el mundo de la percusión académica. En ese tiempo, en que veía clases con Saume, también fui alumno de Jorge Allup, quien daba clases en la José Ángel Lamas. Ambos profesores eran buenos amigos, y fue muy divertido tenerlos como maestros al mismo tiempo. Yo era algo así como su mensajero personal. Fue muy sabrosa esa época.

Ya durante mis estudios en el IUDEM se hizo un cambio de pensum, abrieron la cátedra de Música Popular o Música Venezolana. Yo migré inmediatamente porque en esta apertura también abrieron la cátedra de batería, y yo dije “esto es lo mío”. Allí culminé mis estudios formales y me gradué en tres años, pues me tomó tiempo revalidar materias y ver otras que necesitaba para completar el programa. A nivel de formación académica ha sido así: estudié en la José Ángel Lama, un poco en la UCV, otro poco el Monseñor de Talavera, para terminar en el IUDEM.

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Caminando junto a los grandes maestros del jazz

Por la Rio de Janeiro hacia la zona industrial de Los Ruices, había un estudio muy antiguo que tenía mucha historia, era enorme, ahí se grabaron piezas de big band como las de la Billos. Este estudio estuvo bajo la administración de Cacao Records por un tiempo. Recuerdo que allí tuve la oportunidad de compartir con Horacio Hernández, baterista cubano, cuando vino a grabar con el sello (Cacao Records). En ese momento estaba trabajando en el estudio, armando mi bateria, cuando me dijeron: “No, que vino Horacio Hernández”. Era una gran referencia para mí, en ese momento yo estaba leyendo su libro. En el tema de la música uno siempre debe tener de referencia a gente importante, personalidades que sean muy buenas en lo que hacen. Ese día también estaba en la sala Andrés Briceño. Ambos tenían sus baterías armadas, y tras saludarse empezaron a tocar cada uno el instrumento. Yo me quedé allí, en medio de las dos baterías, esperando a que terminaran de tocar para salir. Fue toda una experiencia verlos tocar, uno frente al otro. Yo solo miraba de acá para allá y pensaba “ojalá algo de esto se me pegue”.

Hay momentos que son mágicos y uno no sabe cuándo podrá volver a vivirlos, por eso hay que saber disfrutarlos.

Otro ejemplo es Víctor Cuica. Nunca llegué a tocar junto a él pero para mí ha sido como un faro. Hay gente que es así. Lo mismo pasa con Gerry Weil, quien ha sido no solo un maestro musical, sino también un maestro de vida. Con Gerry uno aprende de todo, es este tipo de gente que tiene la filosofía de hacer las cosas bien, con la música, con el amor, con lo que significa estar vivo. Yo tuve la oportunidad de conocer a Gerry cuando comencé a trabajar con Andrés Briceño. Recuerdo que cuando grabamos disco juntos hicimos una pieza que se llama “Problema paralelo”. Gerry con un Fender rojo, se sentó y empezó a tocar, yo estaba sentado en la batería. Allí comenzó todo, como una conversación.

En esa pieza yo intentaba responderle al maestro y él me respondía a mi con mucha gracia. Cuando escuchas la pieza te das cuenta de esa conversación que mantuvimos. Es muy gratificante compartir con un maestro y que la sesión quede bien. Luego de aquella sesión, empezamos a escuchar lo que habíamos grabado y él empezó darme prácticamente una clase magistral. Me comentó sobre sus distintas experiencias dentro de la música y fuera de ella. Allí empecé decirme “hay que apretar, hay que estudiar”, no sólo a nivel musical sino sobre otras cosas que también son importantes, como el arte, la filosofía y la poesía. A nivel de técnica, a nivel de expresión y a nivel de vocabulario, Gerry tiene todo un arsenal que ojalá pueda yo tener también cuando tenga su edad.
 

Mi experiencia en el Sistema de Orquestas

Como profesor me encanta darle clases a un chamo que no sabe nada de música. Sería un honor que en algún momento, cuando sea mayor, diga con orgullo “mi primer profesor fue Pancho”. Para mí, esta es una manera de trascender en el tema de educar: ceder una información a otro que pueda necesitarla y mejorar su desempeño. Sembrar cosas buenas en la gente es una manera de trascender.

La enseñanza es un ciclo, uno cuando aprende recibe información y darla completa el ciclo.

Cuando uno no comparte la información que recibe de otro maestro está interrumpiendo el ciclo del aprendizaje. Uno tiene que ser parte del fluir de la información. Hay que ser recíproco, se trata de dar y recibir. No hay que ser celoso con lo que uno sabe. En el mundo del arte las personas pueden actuar con cierto recelo, cuidando u ocultando al otro aquello que saben o conocen. Esto me parece un asunto de ego. Todos lo que estamos en el arte siempre tenemos una suerte de trabajo sobre el ego. Tenemos la necesidad en un momento de que nos digan: “Tú si lo haces bien”. Me parece que hacerlo bien no significa saber más que el otro, sino más bien aprender del otro. En mi caso, creo que compartir la información es abrir puertas.

Un artista novel tiene que ganarse el puesto aquí y en cualquier lado.

En el mundo del arte, y en la vida en general, uno no anda solo. Tampoco se puede creer que una sola persona sea capaz de cambiar el mundo. Considero que lo grandes cambio se logran a través de pequeños esfuerzos que se van juntando. Es un movimiento que va desde lo particular hasta lo general. Esto es algo curioso, que permea a toda las áreas de la sociedad. Desde el señor que es chofer hasta el científico que piensa grandes teorías. Cada uno es una pieza de un gran sistema de engranajes que se transforma en una sociedad. Si cada uno hace su trabajo la sociedad se mantiene estable. Cada uno tiene que hacer lo que sabe hacer y hacerlo bien, sin miedo, sin pensar en competir sino en ser competente. Uno debe estar montado en su trabajo, atento, resolviendo, tratando de ser lo más responsable. Esta es la única manera de lograr cierta trascendencia en cualquier ámbito: trabajar y hacerlo bien.

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Sobre “Improvisto”

En el 2010, Daniel, el baterista de Desorden, me llamó para que me encargara de la batería de la agrupación. En este momento ya se había grabado el disco del Arca y de Jungla Boulevard. Ese mismo año me di cuenta que tenía que empezar a preparar un proyecto propio. Producirlo me llevó tiempo porque mi proceso creativo como baterista es muy lento. Yo toco piano pero no soy pianista así que de pronto, tocando el piano, se me ocurren cosas que luego rayo en papel. En ese entonces yo daba clases en una escuela en Caracas, y en algunos momentos libres mientras tocaba piano, iba también esbozando algunas cosas. Allí empezaron a germinar las primeras ideas. Luego, con ayuda de algunos amigos estas ideas se estructuraron en algunos temas. En el 2012, hice un primer concierto como solista, en la Quinta Bar, gracias al baterista de Desorden. Eso me sirvió para recapitular lo que comencé en el 2010. En vista de que no tenía un repertorio y tampoco una banda, llamé a unos amigos, Jesús Azocar y a Heriberto Rojas, para hacer un trío. Reunidos montamos dos sets, y así surgió la idea de componer el disco.

Un disco es un momento, es un corte polaroid en la línea de vida de un artista.

Luego de acordar un estudio, Sonofolk de Francisco Díaz, logramos hacer dos grandes sesiones. La primera duró dos días. De cada tema se hicieron dos o tres tomas y en dos días pudimos grabar mucho material. Con Improvisto, quise hacer el concepto que se ha hecho en la obra de teatro. Esta obra de teatro se compone por un elenco de actores con un invitado, donde se selecciona un tema propuesto por el público para ser representado. Todo es improvisación. Eso me pareció brutal porque el público desconoce que va a ver. De ese concepto saqué la idea para el disco, pensando en la libertad que da el jazz para ejecutar. El jazz tiene sus parámetros y sus reglas, pero también tiene áreas de improvisación, tiene zonas donde el músico puede hablar de lo que quiera. Yo le comentaba a mi equipo sobre esta idea y ellos asintieron.

En el ser humano, y en los seres vivos en general, es natural la improvisación por una cuestión de supervivencia. La socialización es un acto continuo de improvisación. En la música es igual, sin embargo hay rigores que deben respetarse. En una de las sesiones, Trujillo me propuso hacer baladas, y surgieron cosas loquísimas. Luego, pensamos hacer texturas, allí invité a Horacio Blanco para grabar “Moscas”, pues ya teníamos una buena relación. Cuando lo invité pensaba en qué hacer, y me dije “no puedo hacer solo un tema con él porque eso significa hacer arreglos y que él se aprenda una letra”. Luego me puse a escuchar las improvisaciones que habíamos grabado y me di cuenta que el de las texturas en particular sonaba como una mosca metida en una bolsa: la guitarra con los efectos, yo jugando con unas llaves en la batería, el contrabajo haciendo unos sonidos cacofónicos sin melodía. El trabajo con el disco es muy sincero.

Es muy poco común que los bateristas asuman la batuta de un proyecto musical. En el momento en que asumí este proyecto empecé a enfrentarme a una serie de circunstancias que, si bien son del ámbito musical, exigen otro tipo de destrezas. Por ejemplo, la pre-producción del proyecto fue una labor ardua porque se trataba de organizar o acordar pautas, entre otras muchas cosas. En alguna ocasión me preguntaron con respecto al disco: “Entonces, ¿tú eres un baterista de jazz?”. A mí me da un un poco de vértigo decir que sí lo soy. Esto es algo que se verá en el tiempo según la línea de trabajo que uno lleve, según lo que uno vaya sembrando.
 

Una oportunidad en Berklee

Berklee College of Music tiene su sede principal en Boston y su única campus en el extranjero es en la ciudad de Valencia, España. Ellos abrieron una convocatoria para postularse al programa de maestría (Master of music in contemporary performance production concentration). La audición la hice en Bogotá, y en marzo me escribieron para decirme que había sido aceptado en el programa de maestría. Dos semanas después me escribieron otro correo para informarme que había sido seleccionado para una beca, por la calidad de mi audición.

En los músicos venezolanos siempre ha sido natural migrar. Los músicos venezolanos no escapan de eso, desde Teresa Carreño, incluso antes. Todo los músicos han viajado y seguirán viajando, porque el arte es así, se nutre de nuevas tendencias y de la perspectiva que da situarse en otro lugar.

TW: @panchomontanez

Por: Pablo Galindo Ramos  | Fotos: Marco Bello

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