Al mejor estilo marabino
Si bien no se puede negar que la gastronomía ha pasado a ser uno de los principales componentes de la cultura a nivel mundial, convirtiendo a restaurantes en museos, y a chefs en estrellas, cuando se analiza cómo ha evolucionado en diversas culturas, se percibe que algunas sociedades parecen tomar caminos diferentes para seguir una tendencia global. La manera en la que una ciudad como Maracaibo, con una idiosincrasia única incluso en américa latina, ha acogido esta tendencia mundial ha sido muy particular, definiendo un estilo propio y único.
Maracaibo es una ciudad que, en cuanto a lo culinario se refiere, prefiere los grandes volúmenes como primera opción, un triunfo de la cantidad sobre la calidad, una ciudad donde el dicho “menos es más” no cabe, pues la matemática es una ciencia exacta y simplemente “más es más”. Tradicionalmente, se han favorecido las técnicas de freír o asar a la parrilla sobre otros métodos de cocción un poco más sutiles con el alimento, la combinación de estas dos preferencias le ha dado a la comida rápida, y en especial a que se prepara en la calle y no en un establecimiento, una particularidad difícilmente igualable en el resto del planeta.
Fast food digna de liderazgo con herencia propia
La comida de calle ha encontrado su puesto en la oferta culinaria de cada ciudad, recibiendo la atención que merece por ser una expresión cultural natural de cada sociedad. En Maracaibo siempre se le ha brindado culta a la cultura de comida de calle, ofreciendo una oferta de fast food digna de liderazgo a nivel mundial, y creando una identidad única e inconfundible que mezcla la herencia de sabores propios con favoritos globales como la hamburguesa y el perro caliente.
De esta manera, una hamburguesa toma una nueva dimensión cuando es preparada en uno de los tantos puestos de la calle en la ciudad, y el concepto de perro caliente es incluso renombrado, dándole nombres como “pan con queso”, “salchiqueso”, o “pan con huevo”, por nombrar algunos. Sabores más tradicionales como la “mandoca”, el “yoyo” de plátano o la arepa “tumbarrancho” son ya casi un patrimonio cultural de la ciudad.
Para cerrar con broche de oro
Sentarse de noche en uno de los centenares de puestos de comida rápida es una de las maneras en que el marabino interactúa con su ciudad. Tal vez acostumbrado a resguardarse del inclemente calor en espacios cerrados con aire acondicionado a muy baja temperatura, el hecho de parar de noche por alguno de estos establecimientos parece ser un respiro o un escape a ese encierro al cual se somete de forma voluntaria.
Parar a comer antes o después de una noche de fiesta pareciera ser ritual obligado, ya sea para abastecerse de las calorías necesarias previo a una larga noche con inicio conocido pero final incierto, o para reponer fuerzas y calorías después de largas horas de baile. Los puestos de comida de calle son el sitio de encuentro para cerrar con broche de oro una buena noche, viendo como la ciudad también se prepara a dormir. Comer un “pan con queso” es una de las formas en que el marabino le da las buenas noches a su ciudad.
Como muchas otras características propias de Maracaibo, como el binomio Lago-Puente, o el bello pero descuidado centro histórico, la comida de calle se ha convertido indudablemente en una de las cartas de presentación de la ciudad, y sentarse en una de sus avenidas a degustarla es actividad cotidiana para sus habitantes, y parada obligada para los visitantes. Tal vez Maracaibo como ciudad, se ha incorporado tarde a la movida gastronómica mundial y a tendencias vanguardistas de cocina, sin embargo, ha desarrollado una identidad propia a través de su comida de calle. Probar la comida de calle en Maracaibo es una manera de entender la cultura de la ciudad y la de sus habitantes, y de como estos interactúan entre sí.
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Por: Nidal Barake